19 jun 2013

los libros de Chema

. dedicado al gran fotógrafo español Chema Madoz  (Madrid -1958)
. donde las únicas mayúsculas son la de su nombre y la de su inseparable compañera 

ejemplares de luto,
siempre de riguroso luto,

tapas duras protegiendo
pálidas páginas desnudas

o
salpicadas
de oscuras y claras palabras.

azabache y nieve.
sandwich de corteza morena
y
blando relleno.

blanco y negro,
negro y blanco
y
las cálidas sombras.
nada más.
libros,
libros anónimos,
sin títulos, en cueros,
libros que nos hablan
mudos.

con hojas peligrosas,
cortantes, asesinas,
de brillante filo.

la cinta de seda ya no vale,
demasiado suave
para nuestra época.
un libro, el último de la fila,
esforzándose por no caer
para que los otros no caigan con él,
a punto de desmayarse
sostenido por la finísima arena
de una playa celtíbera.

a cal y canto
apunta, dispara la poesía.
o

aquel
con una mirilla
por donde puede
pasar volando un mosquito
o
asomar el ojo curioso
de un niño
o
la mirada inquisidora
de una vieja monja
o
la pupila gris
de una tímida doncella.
libros atravesados
de parte a parte, de lomo a lomo,
heridos de muerte en pleno corazón,
¿qué palabras sangran en silencio...?


un libro de gran formato
acunando a una edición de bolsillo,
ambos diciéndonos, contándose lo mismo,
las mismas palabras, continuadas.
un arco de libros por donde pasarán
los niños en fila con cuidado

- se miran, pero no se tocan -
guiados por la joven maestra
- sin rozarlos, que se caen-.
libro sobre libro, tanto monta...
llenos ambos de rechonchos bocadillos vacíos,
hambrientos,
páginas marcadas para ser mordidas,
digeridas pausadamente.
¡hambre de lectura!, ¡falta hace!
¿serán libros en blanco...?

un libro abierto
que sangra tinta china.
un par de gemelos
se libran de inmolarse en una tostadora
porque
no hay cable.

las imágenes se leen con deleite
en un lenguaje universal.
nada falta. nada sobra.
en el reino de lo imprescindible
lo superfluo estorba. 
 
sobre un reloj
el denso volumen
marca las horas abanicando al tiempo
lentamente,
a las 12 se cierra entero...
a las 9:15 se abre todo...
a las 9:30 puede deslomarse,
crujir entero desgajándose,
dejando sin manillas, huérfano,
al reloj,
parando, matando el tiempo.
un libro padre, todo un tomo,
que sostiene amorosamente
a su vástago recién nacido,
calentito aún de la imprenta.
un libro abierto presumido
que refleja uno de los volantes
de su falda
en un nítido espejo.
un libro madre - que no una libra -
acaba de alumbrar a su tomito,
como si estuviera sacando la lengua,
burlón,
escribiendo así el mejor capítulo
de su manoseada existencia,
abriéndose a todos y ofreciéndoles
horas de callada complacencia.
 


poemas imaginarios.
 
una hoja del libro de la vida,
los nervios templados, venas sin pulso,
dientes secos,
colmillos devoradores de sílabas,
de frases enteras, de bellos adjetivos,
-¿dónde cayeron las rimas otoñales?-,
entallada en el vacío,
una hoja escrita por las manos del viento
descendida, caída lánguidamente
para morir sin ser leída,
inmaculada,
sobre el banco solitario de madera.

¿las hojas muertas?

son los libros de Chema,
un poeta que deja que los ojos
de sus miradores creen versos
con sus rimas silentes, abiertas.

blanco y negro,
negro y blanco
y
esas cálidas sombras.
nada más.
palabras sin nombre
escritas a veces con mechones de pelo,
delicadas, agudas, suaves,
picudas,
orientales algunas.
un cuarteto de libros,
unidos para escribir un libro enorme
en inglés...
¡ah!

esa difícil entraña de la simplicidad.

Chema,
genio de la imagen,
hábil domador de la cámara
- su fiel Hasselblad,
compañera de viajes reales e imaginarios-,
observador agudo de lo cotidiano,
malabarista romántico,
experto equilibrista,
pintor de cámara,
un artista único,
diseñador de cócteles mágicos,
prodigiosos, provocadores,
soñador de nubes y alcantarillas,
inventor de poéticas partituras
- curvilíneas, reposadas,
entretenidas, sorprendentes -,

de sombras imposibles,
descubridor de ideas jamás meditadas,
pensador profundo,
provocador,
creador de contrastes,
mago del callado vocabulario,
homo sapiens
encerrado en su estudio-taller

con miles de cachivaches
 
con los que juega y se divierte
dotándolos de un valor insospechado,
exprimiéndolos con sus homónimos
para sacar un exquisito jugo,
ambrosía fotográfica,
manipulando los objetos más simples,
emparejándolos inteligentemente
y
que,
sin escribir absolutamente nada,
me ha hecho ver cosas cotidianas
de forma diferente.
luz que ilumina, sombras que alumbran.

trinidad de hojas,
la que asoma,
la que asombra,
la que puede asesinar.

"el libro es un hojaldre de ideas"...¡qué belleza!,
¡cómo alimentan sus imágenes!
 

 
Chema,
ójala tus ojos
sigan mirando al mundo
a través de tus lentes,
al infinito, al suelo, a los cajones,
¡esto es talento!
dios nos libre de los falsos.

los colores para las flores.
 
palabras invisibles,
con chispa
bien afiladas,
¡peliagudas!

¡flash!
¡clic!

ayer me corté el índice
con la página nueva
de un libro, la primera,
cuchilla traicionera
de papel reciclado,
una herida limpia, profunda,
una sangre fresca, sabrosa,
que chupé con complacencia
y
hoy
he sabido que hay palabras hirientes
que nunca se dicen,
que nunca se escriben,
que nunca se riman,
para no herir aún más...
porque
el tiempo nos va matando
solapadamente
poquito a poco
y
nuestro mejor amigo,
el libro, vengador,
nos ayuda a matarlo.
 

`Para mí, los libros siempre han sido una especie de caja negra de la historia del pensamiento con sus fábulas y sus ficciones, que van dibujando, con el paso del tiempo, un magnífico mosaico de la humanidad´... `la lectura logra colocarte en un punto en el que puedes ver la realidad a través de los ojos de otro y eso siempre me ha parecido un ejercicio interesante y enriquecedor´.
(José María Rodríguez Madoz - Chema Madoz)