5 ene 2014

Suite para dos

Cálidas notas de violonchelo,
tus dedos despiertan mi piel
acercándose tímidamente
a mi pecho trémulo.
Lloran las largas cuerdas
desgarrados lamentos;
mi cuello se eleva para acabar rendido
bajo la negra sombra de tu cabeza.
Unísono latido de corazones.
Cerca, muy cerca,
en sentida armonía,
el arco de tu boca besa la mía;
prietas las piernas
ciñendo mi cintura con un "te quiero".
Dorado pez. Acero fiero.
Me tensas las clavijas y casi muero.
la - re -sol - do.
Acordes no ensayados.
Caballo desbocado, perdido el freno.
Caderas talladas
en ébano fino, corazón de arce,
la luna se enamora
de nuestros suspiros.
Cada pausa es un pulso de nuestra alma,
un soplo nacarado de madrugada.
Voz de los bosques, voz vibrante de madera,
eco apasionado de boca prisionera.
 
Y así, afinada, acaba la virtud indiscreta
en las manos virtuosas de su poeta.
 
(Ahora, sin partitura, me toca a mí...)