13 sept 2013

A la una

Entre bromas y veras
me han salido estos versos
sobre sombras y estrellas
para grandes y pequeños
para gente de la Tierra
que a veces mira al cielo.
 

A la una
la luna se baña
en la laguna
y
el sol
la alumbra
sin gana ninguna.
 

El sol enciende
la cara redonda
de la luna
y
la encandila
mientras ella se sonroja
cuando lo mira.


A las dos
el sol muy cansado
se pone su pijama
y
la luna
se hunde en la noche
rechoncha y descalza.

 

Si el sol no sale
¿qué hará la luna
para animarle?
y
¿qué hará el sol
si ella le hace cosquillas
en el mentón?

 


A las tres
no sale el sol
no brilla la luna
y
harto Dios de los dos
apaga al primero
y la luz dice adiós.


La luz dice
"dejo este mundo cruel
completamente a oscuras"

y
Dios responde
"¿quién verá mi obra
si tú no me curras?".



A las cuatro
un hombre sabio
inventa la bombilla
y
el sol no sale
ni de su asombro
ni de su sombrilla.


Incluso
las mujeres
se niegan a alumbrar
y
las demás hembras
se cargan sin control
la natalidad


A las cinco
un bombero
apaga un fuego
y
todas las cerillas
pierden la cabeza
por unas astillas.


Al sol
que más calienta
todos se arriman
y
viven en la luna
los que se piensan
que ellos no sudan.


A las seis
la luna llorona
gime oculta en el cielo
y
dos enamorados
después de la boda
la echan de menos.



 Hasta los faros
a los barcos perdidos
dejan de guiar
y
los faroles
acuerdan fundirse
¡me cachis en la mar!


A las siete
el sol y la luna
deciden platicar
y
Dios los escucha
mientras las luciérnagas
dejan de brillar.


Nuestro planeta
se queda a dos velas
sumido en la negrura
y
los iluminados
nos lo echan en cara
con cara dura.


A las ocho
con todo a oscuras
no salen más flores
y
caen las hojas
sin su sabia clorofila
mustias y amarillas.


"Esto es
un lío del carajo"
dicen los ángeles
(implorando perdón)
y
mirando hacia abajo
observan que Luzbel
abandona su trabajo.



A las nueve
todas las baterías
se van a esconder
y
los móviles no llaman
la gente enmudece
los relojes también.



A las diez
una estrella fugaz
recorre el firmamento
y
grita desde lo alto
a todos los astros
"nuestro rey ha muerto".


A las once
el sol moribundo
cambia de opinión
y
con gran ardor
lanza rayos y centellas
a su alrededor.



A las doce
la luna ya alumbra
con todas sus ganas
y
Dios encantado
celebra el fin de la huelga
tirando petardos.



Aquel mediodía
se forma en el océano
una horrible tormenta
y
tremendos relámpagos
todos ciegos de espanto
vuelven a caer.


 

A la una
la nueva luna
se mece en su cuna
y
un astrónomo mayor
observando el espacio
puede ver a Dios.