Y el viento rizó la rosa, la erizó hasta sus entrañas,
la vapuleó con vehemencia sin conseguir destrozarla,
la despeinó sin piedad dejándola ensimismada
y más que una flor hermosa parecía coliflor
o un repollo color rosa. Tres días de vendaval
han vuelto loca a la rosa con sus pétalos rizados,
ensortijada y absorta en su florido rosal.
Rosa tan repimpolluda no la he visto yo jamás.
Rosa incierta de permanente belleza. Desmelenada
y coqueta. Rosa incierta de verdad.
¿Fuiste a la peluquería? - preguntó la mariposa.
Le dio un ataque de nervios - sentenció la araña parda.
Murió electrocutada - pensó la sabia raposa.
Y la rosa primorosa - otra rosa maltratada -,
se consumía en silencio en su rosa sequedad.
Las demás, rendidas, tronchados sus tallos,
heridas, se reían de ella, sus hermanas rojas
envidiosas de su ya perdido porte y hermosura.
De ella, la más alta, la más erguida,
la rosa rosa más delicada, más femenina.
Los pétalos crespos de la rosa enhiesta
se quedaron yertos desobedeciendo
la ira del viento otoñal. Ella continuaba altiva
desafiando al aire furioso que la maldecía.
- Pequeña orgullosa, ¿no ves a las otras
a mí sometidas?, ¿qué haces ahí tan sola,
tan fea, tan arrugada sin ningún consuelo?
Silencio, silencio...
Volaban raudas las hojas hacia la colina seguidas
de ramas, de plumas de pájaros de alas desgajadas.
La rosa rizada de este otoño recién estrenado
resiste enrevesada proclamando su bella locura,
su difícil libertad, su florida rebeldía.
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