Dedicado a Adolfo Suárez (1932-2014), el gran caballero de la política española.
Políticos de mente estrecha y mano larga,
de puño cerrado al pobre, amigos de dádivas,
de lengua afilada por el odio y los recuerdos
de un pasado clavado cual espada
en la memoria de una España circuncisa.
Políticos enanos que servís a la ambición,
no a la razón, no a la verdad, no a la justicia,
azotes de gente honesta, humilde, confiada,
del pueblo sabio y siempre soberano
que hoy honra a un hombre de su estirpe,
de su misma raza, caballero castellano
que supo servir a Dios y a su patria sin engaños,
que unió en vez de dividir y, traicionado,
sufrió del desengaño, del total abandono
de aquellos que fueron sus amigos
en momentos de gloria, aclamado
por un cambio largamente deseado,
luego sus enemigos más atroces
para dejarlo solo ante el abismo,
sin su rey, solo en su escaño, vacío,
sin su rey, solo en su escaño, vacío,
amenazado por el fragor de sables,
por disparos de locos bendecidos.
Vacío, como su mente de recuerdos,
el de su gloria y su derrota, y, tras ésta,
privado por la garra de la parca
del dulce amparo de la amada esposa,
pero con Dios y el amor de los suyos
hasta el final de su largo calvario.
Políticos cretinos, de engaños compartidos,
os asustan los gigantes cuernilargos
alimentados con las vísceras de antaño;
os amargan las grises pesadillas
de votos conseguidos con trampas
y mentiras, de promesas incumplidas.
Jugáis sin ciencia ni conciencia
con los anhelos de crédulos vasallos.
Políticos sin casta, charlatanes de frases
de tanto repetidas oxidadas y aburridas,
actores del reino de la farsa democrática,
caretas y caretos de rancias caraduras;
siervos de Pantagruel y de la dama boba,
del vicio, al servicio de vosotros mismos...
APRENDED
del hombre que hizo de su política
un puente de concordia entre las dos orillas,
sin insultos, con elegancia no acostumbrada,
que tendió la mano a todos sin prejuicios,
un fiel seguidor de Cristo que ejerció el poder
con honradez, sin adular, sin amiguismos,
que gobernó con prudencia y sano juicio
practicando esa virtud que os es desconocida:
la inestimable y necesaria CARIDAD POLÍTICA.
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